sábado, 4 de diciembre de 2010

Favor de no tirar basura, esta calle es un teatro...

Siempre, todas las noches, este parque se llena de basura. Pero hoy está lleno de teatro. Es un pequeño terreno de 20 por 20 ubicado en el Centro Histórico de la ciudad de México, por el rumbo de Balderas.
En la Guía roji está como “Plaza Cristina Pacheco”, en la base de datos de la Secretaría de Cultura se registra como “Parque Pugibet”, y los vecinos lo conocen como “el jardín donde se deja la basura para que el camión la recoja”.
Bruno Bichir llega pues al parque por la calle Ernesto Pugibet alrededor de las siete y media de la noche. Se encuentra el panorama regular: dos de adolescentes en actitud romántica, un hombre de traje que se afana en buscar empleo con el Aviso Oportuno, y un franalero que cuida los coches de los empleados de la Casa de Cultura de Tamaulipas, ubicada a unos metros.
Con un micrófono de diadema, Bichir vocea: “Acérquense —pide a los vecinos, paseantes, novios, niños— vengan a escuchar la historia del soldado que se hizo amigo de una mamá tigre y su tierno cachorro, escuchen la maravillosa fábula de este trío que venció a todo un ejército”. Mientras, el actor se pone un traje de tigre, se maquilla y… ¡comienza La historia del tigre”!

"La Historia del Tigre" es un monólogo de Dario Fo, y como todos sus monólogos, fue escrito para ser representado en la calle. “Mi teatro es el diario hablado y dramatizado del pueblo”, escribió el propio Fo en su libro Misterio Bufo.
No es casualidad entonces que Bichir se presente en plazas y calles del Centro con esta obra.
La primera función fue el miércoles en el Parque Pugibet, y el lunes estará en la plaza Concepción Cuepopan (La Conchita), ubicada entre Belisario Domínguez y República del Perú.
El resto de las funciones puede consultarse en http://www.km-cero.tv
El actor explica la intención de estas representaciones: “Es un proyecto que ha desarrollado el Foro Shakespeare y el Fideicomiso del Centro para reactivar zonas vitales de la ciudad como es esta plaza y otras plazas, otros corredores, otras calles que no tienen una afluencia para este tipo de evento”.
Pero ni Bichir ni el Fideicomiso se engañan. Son lugares donde el ambiente es difícil, espacios catalogados muchas veces como peligrosos y en los que hay gente que no ha ido al teatro. Gente que incluso no sabe lo que es el teatro.
Al final de la función en el parque Pugibet, una mujer de 40 años y que vive “aquí a la vuelta en el edificio blanco de Marquez Sterling”, se acercó a Bruno para decirle: “Oiga, yo no sabía que así era el teatro. Yo pensaba que eso nomás era en Bellas Artes”.
“Muchos de estos lugares —dice el actor— están descuidados por la comunidad y en su momento por autoridades que fueron poco visionarias para darle mantenimiento. La idea ahora es que tengan una nueva vida y hay tantas plazas, tantos lugares hermosos que va a faltar teatro para cubrir todas estas plazas. Este es un comienzo, yo confío que esto dure toda la vida con el trabajo de otros compañeros de teatro”.
En efecto, con Bichir interpretando el monólogo, los niños riendo , las señoras diciendo que sí es cierto lo que dice el tigre, y los adolescentes ocupados en atender la obra en vez de su romance, este jardín puede llamarse Plaza Cristina Pacheco o Parque Pugibet pero difícilmente alguien le diría el jardín de la basura. Al menos durante esta noche.
Idealista yo
Bruno Bichir es lo que se llama un idealista. Administra desde hace casi una década el Foro Shakespeare, espacio donde ofrece funciones gratuitas, de cooperación voluntaria, y descuentos a la menor provocación: por ser vecino de la colonia Condesa (donde se ubica el foro) por ser más de cuatro personas, por derecho de antigüedad.
Cuando se le pregunta si no pierde dinero con el foro y ahora con sus presentaciones gratuitas en la calle, el actor explota: “¡Claro que pierdo pero ese no es el punto importante; de lo que se trata es de romper el cerco gubernamental, de hacer teatro a pesar de todo!”
La calle, al fin al cabo, es el último reducto que ha quedado a los idealistas modernos: “Venir y hacer una función de esta naturaleza y es fascinante; no existe una restricción real. Incluso en este mundo globalizado, jodido del capitalismo salvaje, todavía existen estas opciones, posibilidades de reinventarnos a nosotros mismos en todos los sentidos, espectadores, creadores, instituciones, gobernantes, gobernados, hay mucho camino por andar”.
Rechaza, el adjetivo de idealista. Prefiere otros: “Yo soy un mero bufón, un payaso que viene a la calle, un cómico de la lengua, un trashumante, saltimbanqui que viene y hace sus chistoretadas para pasar un buen rato de reflexión a través de las emociones”.
Lo cual no es poco porque como escibrió Dario Fo en su Misterio Bufo: “Juglar soy yo que salta y piruetea y los hace reír, que se burla de los poderosos y les muestra que orondos y engreídos son los globos que hacen guerras donde los degollados somos nosotros”.
FUENTE : EL UNIVERSAL (4 de diciembre del 2010)